En la presenta comunicación vamos a dar a conocer un elemento poco tratado en los estudios sobre la Guerra Civil Española publicados en castellano, a saber, el empleo durante la misma del idioma internacional esperanto. Consideramos que puede resultar interesante para los estudiosos por varios motivos. En primer lugar, se trata de un aspecto de la batalla propagandística desarrollada durante la contienda, interesante en sí misma en el contexto del tratamiento académico de la guerra civil. En segundo lugar, nos permitirá acercarnos a un movimiento social cuyas características son representativas del contexto ideológico anterior a la guerra, aunque con un trasfondo cultural que le da una personalidad propia. Finalmente, nos permitirá dar a conocer a los historiadores españoles una visión inicial sobre la historia del movimiento esperantista, un colectivo muy desconocido en el mundo académico, cuando no sometido a fuertes prejuicios, que en algunos casos se han transmitido a sus integrantes, y que sin embargo albergó a un grupo de personas influyentes de la vida política, social y cultural, que lo consideraron una opción importante en sus intereses.
Hay que indicar a este respecto que la Guerra Civil causó una gravísima crisis al movimiento esperantista español, que había alcanzado un importante desarrollo en los años 30, y que desapareció prácticamente hasta finales de los años 40, y sólo pudo recuperarse con muchas dificultades, sin que volviera a alcanzar hasta la fecha la importante difusión que había tenido en aquella época. Ello conllevó también una grave ruptura de la memoria histórica del movimiento, ya que se produjo una falla en la continuidad histórica del movimiento esperantista organizado. Por esta razón, la historia del movimiento esperantista se conoce de forma fragmentaria y casi exclusivamente en publicaciones escritas en el propio idioma esperanto.
1. El movimiento esperantista antes del comienzo de la Guerra Civil
Como es conocido, el idioma internacional esperanto tuvo su fecha de nacimiento en 1887, con la publicación por el oculista hebreo, nacido en lo que entonces era el Imperio Ruso, Lázaro Zamenhof, de un libro que contenía la propuesta de un nuevo idioma construido. Entre las lenguas en que sucesivamente publicó su propuesta no se encontraba el castellano, pero rápidamente se produce el interés de varios intelectuales españoles por la propuesta, y ya al año siguiente comienzan a organizarse focos de personas interesadas.
El movimiento crece de forma rápida, y va atrayendo a personas de todas las clases sociales y todas las ideologías, aunque quizás con una proporción algo mayor de miembros de lo que podríamos llamar la pequeña burguesía avanzada. Se crean diversos clubes, que en 1903 constituyen la “Sociedad Española para la propaganda del Esperanto” (HSpPE). En 1909 se celebra en Barcelona el 5º Congreso Internacional de Esperanto. El movimiento crece con pujanza, aunque con notables carencias organizativas.
Con la Primera Guerra Mundial se produce una crisis del movimiento esperantista internacional, que también repercute en España. No obstante, durante los años 20 y 30 el número de hablantes de esperanto crece de forma notable.
El movimiento esperantista de esta época es muy plural y muy fragmentado, por lo que es difícil, y sobre todo erróneo, hacer generalizaciones sobre él.
Además de los hablantes no organizados, que empleaban el esperanto de forma esporádica o que lo utilizaban, por ejemplo, para mantener correspondencia con hablantes de otros países, existían clubes y grupos organizados localmente, por opciones ideológicas, por ocupaciones profesionales o por intereses personales. A su vez, existían círculos más amplios, que intentaban influir en la sociedad que los rodeaba, o que simplemente se constituían para la propaganda, la enseñanza o la práctica del idioma. Como veremos, entre las distintas organizaciones solía existir colaboración en las labores de difusión del idioma, pero también importantes discrepancias en su concepción y organización.
El grupo mejor organizado a nivel estatal lo constituía la Asociación Española de Esperanto (HEA, en las siglas en esta lengua). Había sido fundada en 1925, tras la desaparición de la antes citada HSpPE durante la Gran Guerra. Era el referente general del movimiento esperantista español, y desarrolló una importante labor en la propaganda en las instancias oficiales. Su líder indiscutible durante todo el periodo fue el conocido militar Julio Mangada Rosenörn, masón y conocido por sus ideas, consideradas radicales por gran parte de sus compañeros de armas.
Mangada fue protagonista de numerosas actuaciones políticas, y también era muy conocida su relación con el esperanto, en la que desarrolló labores no sólo organizativas y propagandísticas, sino también literarias. Tenía fama de excéntrico, y puede decirse que esta fama se extendió de alguna manera a los esperantistas como colectivo, aunque entre los miembros de la Asociación se encontraban personalidades muy diversas, muchas de las cuales estaban muy integrados en la sociedad de la época. Podemos citar, por ejemplo, la elevada representación de militares o sacerdotes, junto con maestros o miembros de profesiones liberales. La Asociación llevó a cabo numerosas labores de propaganda en las instancias oficiales, y consiguió ciertos éxitos en esta labor, de forma que Mangada y otros miembros representaron al Gobierno en diversas reuniones internacionales.
Esta labor era menos apreciada por otro importante grupo de esperantistas, que preferían que las labores de propaganda y de promoción del esperanto se llevaran a cabo a nivel local o regional, y que la organización estatal tuviera sólo un carácter coordinador. Esta tendencia era favorecida por la Federación Esperantista Catalana, que había logrado que Cataluña fuese uno de los lugares del mundo donde los frutos de promoción del esperanto habían tenido mayor éxito. Junto con otros grupos aragonesas, asturianos y valencianos, constituyeron la llamada Confederación Esperantista Española. Ambos grupos, la Asociación y la Confederación mantuvieron una importante rivalidad, en la que también intervinieron enemistades personales, y en la que no faltaron incluso denuncias oficiales.
Un tercer grupo lo constituyó el esperantismo obrero (o laborista, como en ocasiones se le denomina). Diversos grupos de trabajadores habían abrazado el esperanto como un mecanismo de promoción del entonces llamado internacionalismo proletario. En 1921 se fundó una asociación denominada Sennacieca Asocio Tutmonda (traducible como Asociación Anacionalista Mundial), que estableció su base en París, se opuso al neutralismo nominal de la corriente principal del esperantismo, a la que denominó burguesa, y se propuso utilizar el esperanto como un instrumento revolucionario.